Reflexiones sobre el TDAH y la identidad
Vivir con TDAH es como crecer en un mundo donde todos tienen brújulas, y tú naciste con una veleta que gira al ritmo del viento. Es saber que hay un camino, que se espera algo de ti, pero que por más que lo intentes, tu mente quiere bailar mientras todos marchan en línea recta.
Por años, la identidad que nos construyen se basa en lo que deberíamos ser: organizadas, concentradas, responsables, pacientes, eficientes, tranquilas… ¡tranquilas! Esa palabra que tanto me perseguía en cada aula, en cada reunión familiar, en cada relación. Pero, ¿y si yo no era tranquila? ¿Y si dentro de mí vivía un huracán creativo lleno de ideas, emociones y posibilidades, esperando soltarse?
El TDAH no solo afecta la atención. Afecta cómo nos vemos a nosotras mismas.
Cuando no encajas en la estructura, empiezas a pensar que el problema eres tú.
Y sin darte cuenta, vas creando una identidad construida más por el juicio externo que por tu autenticidad interna.
Empezamos a decirnos:
- “Soy un desastre.”
- “No termino nada, debo ser floja.”
- “No sé qué quiero, seguro no soy lo suficientemente madura.”
- “¿Por qué no puedo hacer lo que los demás hacen sin esfuerzo?”
Y así, sin querer, confundimos los síntomas con nuestro valor personal.
Neurobiológicamente, nuestro cerebro procesa de manera distinta. Las áreas del lóbulo prefrontal, encargadas de la organización, la planificación, la regulación emocional, funcionan a un ritmo distinto. La dopamina —ese neurotransmisor de la motivación y la recompensa— no aparece cuando debería, y muchas veces nos sentimos “desincronizadas” con lo que se espera de nosotras.
Pero aquí va la verdad que cambió mi vida:
No estás mal hecha. Solo estás hecha diferente. Y eso también es una forma válida de existir.
El día que entendí que no era defectuosa, sino neurodivergente, empezó mi verdadero camino de autoconocimiento. Empecé a conocer a la yo real, la que había estado escondida bajo el esfuerzo constante de complacer a los demás.
Esa yo que no es lineal, pero es profunda.
Que no sigue estructuras, pero crea mundos.
Que se olvida del almuerzo, pero nunca de una emoción importante.
Que ama con intensidad, vive con fuerza, y sí, se distrae… pero también se reencuentra.
Si vives con TDAH, esta es tu señal:
Deja de medirte con una regla que no fue hecha para ti.
La identidad no nace de lo que los demás esperan. Nace de lo que tú descubres cuando te miras sin juicio, solo con amor.
Tú también eres suficiente.
A tu ritmo. A tu forma.
Y sí, con tu propia brújula interna.