Iniciar este blog ha sido un verdadero desafío para mí. Vivo con una mente que nunca está en pausa: ideas, frases y hasta imágenes se pasean sin cesar, como si estuvieran en un desfile interminable. Es como tener una conversación constante conmigo misma, pero cuando llego al computador, puf, todo se esfuma. O peor aún, llegan nuevas ideas que se arremolinan y no sé ni por dónde empezar. ¿El resultado? Me bloqueo, me frustro, y termino dejando el escritorio sin haber escrito una sola palabra.

Y aquí viene lo curioso: cuando salgo a caminar para despejarme, ¡regresan las ideas! Millones de ellas. Es como si tuviera que cazarlas, cual moscas alocadas, y guardarlas en una bolsa de tela hasta llegar a casa para intentar darles forma. Sé lo que están pensando: “¿Por qué no grabas esas ideas en una aplicación?” Créanme, lo he considerado, pero en esos momentos me siento como una versión moderna de Descartes: él decía «Pienso, luego existo»; yo digo «Pienso, luego escribo» (o al menos, lo intento).
Hoy, sin embargo, algo fue diferente. Tal vez sea madurez o un destello de determinación, pero me propuse un objetivo: escribir al menos dos veces por semana sobre todo lo que pasa por mi cabeza. Lo hago no solo para dar un poco de orden al caos, sino también para conectar con quienes me leen, porque sé que no soy la única con una mente que corre en mil direcciones.
Así que aquí estoy, compartiendo mi primer intento de atrapar esas ideas y darles vida en palabras. Espero que no se aburran y, más aún, me encantaría recibir sus comentarios. Así no sigo hablando solo entre mi mente y yo. ¡Nos leemos pronto! 😄